Por Iliana Pichardo Urrutia

 

Fotografías que uno no vivió pero recuerda.

 

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Hubo una historia de tres personajes que viajaron a Japón y comieron sushi con palillos.

 

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El matrimonio de la derecha solía vestirse muy bien, sobre todo al abordar un avión. Antes del vuelo se tomaban una foto: una ceremonia solemne, un ritual. En las fotografías sus rostros están orgullosos de volar.

 

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Era la primera vez que la mujer de la izquierda, la que está cortada a la mitad, viajaba a Asia. También solía volar, pero observando el cielo desde la galería de su casa en el campo. Ella era la que dirigía la siembra, y tenía un esposo al que no le gustaba viajar. Ella era escritora.

 

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Esa mujer de la izquierda escribió un libro sobre la lluvia. Un prontuario sobre las mutaciones de la lluvia sobre la ciudad.

 

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El camino de la mujer de la izquierda era uno de árboles que se cerraban formando un largo corredor vegetal hasta la casa. Al abrir la reja y entrar, sentía que rompía cadenas. Así decía ella, y yo también, al abrirlas, lo sentía. La última vez que fui a visitarla ella ya no estaba. Entré corriendo sola por el camino de árboles, y pude ver sus libros deshabitados a través de la ventana. Un caballo blanco y salvaje atravesó la galería galopando y se perdió en la maleza. Era ella.

 

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Otro camino, el del hombre de la derecha, es uno de nieve y fuego. Un caballete junto a la ventana, una boca entreabierta siguiendo el trazo de un pincel con óleo. La última vez que lo vi fue el día de su cumpleaños pero, curiosamente, ese día murió, así que lo vi sin vida cuando ya no cumpliría un año más. Me senté junto a su cuerpo que se encontraba en la cama y lo ayudé a atravesar la muerte. Su alma todavía nos caminaba.

 

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Dos caminos, el de la mujer de la izquierda y el del hombre de la derecha, desembocan en la mujer del centro, la de los palillos. La de en medio los sobrevive. Ahora es una tortuga que sale del mar y me cuenta historias que antes escondía en su caparazón sobre un tiempo en el que las mujeres no asistían a la Universidad. Pero ella sí lo hizo, porque desde niña encontró su lugar en los libros que le contaban historias sobre el mundo. La sopa de fideo me recuerda a ella, y aunque no le parezca poético decirlo, a mí sí.

 

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Japón, una fotografía y tres caminos que me devuelven a casa.