Venenos para una mirada hipócrita.

 

En la penumbra existe un dios que enriquece nuestra sexualidad, sólo en la penumbra puede revelarse. La pornografía ha ido desmantelando esa naturaleza ilimitada, iluminando cada vez más los volúmenes artificiales de una ficción acrobática. Hay una nueva forma de puritanismo en lo explícito del acto sexual. Las fuerzas arrebatadoras de las pulsiones prohibidas se retuercen en un área de discreción mayor: las sombras.

Albert Serra es un director pleno de provocación, él conoce y hace explícito su deseo por subvertir la cultura y el orden culposo con el que se asiste a la realidad. Liberté es un filme que, estrenado este año en un festival de cine como Cannes, estuvo dispuesto desde el principio al escándalo. Un escándalo controlado.

Duques del siglo XVIII preparan un escenario plagado de consistentes perversiones que se pondrán en escena durante toda la noche. Una noche frondosa en un bosque sin refugios, a excepción de los suntuosos palanquines de los duques lascivos. Allí habita también la conspiración, el libertinaje se debate con esa otra idea de la libertad.

El deseo y el erotismo en el sentido público de la vida se teje naturalmente con la conspiración, aquí vemos el caso de la corte de Luis XVI. Está próxima la revolución y llega desde la sombra de una ilustración creciente. Es esta exploración de la propia sombra la que sofistica a los sujetos de una modernidad próxima. La especialización del deseo refuerza las individualidades.

En la noche del erotismo descansan las más oscuras pulsiones humanas. Ellas esperan allí a ser estimuladas. A veces resultan especialmente patriarcales, aunque otras tantas el universo de la alteridad sexual es mucho más poderoso. Cientos de ordenes posibles de sexualidad se despliegan allí.

En el bosque que el erotismo ha envenenado no hay moderación, todo es parte del deseo monstruoso desatado:

 

“Una ceremonia hermosa, lenta, dolorosa, sin precedentes para la pobre chica. Todo fue muy claro, los pequeños detalles de su piel, sus gemidos sin sonido, sin sonido a pesar de que gemía muchísimo” …  “Algunos placeres los reconocía, pero muchos otros no se los esperaba” …  “Su cuerpo respondió francamente: ella aguantó todo lo que pudo…”

 

El ritmo y el tempo propio del erotismo y la perversión que se asocia a cada respiración dan lugar al crecimiento orgánico de la excitación, pero eso no es suficiente. Lo prohibido es necesario para que el erotismo trascienda, en Liberté justamente lo prohibido se ha hecho fugazmente visible.

El deseo erótico es parte de aquello parcialmente oculto, potencial. Nuestro punto de vista es el del fisgón. A diferencia de filmes que han expuesto la humillación sexual como un manifiesto del sometimiento humano o social, Liberté cuestiona al que mira, cuestiona al fisgón que hay en nosotros.

Albert Serra contrapone la luz a la oscuridad, aquellas convenciones que rigen nuestro comportamiento pueden ser cuestionadas, o sinceradas. Las caretas del fisgón se rasgan y somos confrontados a nuestra incorrección insoportable. Nuestra culpa y nuestro pudor.

Facundo Torrieri
aguilasalmon@gmail.com
Para: Black Canvas FCC, 2019