Reseña, de Lucía Malvido · Ilustración: Jesús Juárez Rangel.

Empezaba el Verano y fui a la ciudad a la presentación de un libro que escribió Ixchel Mercedes García (CDMX, 1986). Fuimos compañeras en la Escuela de Escritores. No somos exactamente amigas, sino que, con el tiempo, me hice lectora de su obra. Leí sus trabajos, casi siempre inclinados hacia la poesía, en blogs, revistas digitales o a través de algún vínculo inesperado que aparecía en las redes. Llegando a Insurgentes y Viaducto se largó una de las primeras tormentas del año, que había sido de una sequía prolongada. A algunos no les gusta la lluvia, pero me resultó un maravilloso presagio descubrir el contenido de Negar el domingo (Ediciones El humo, colección Oficios de la noche, Querétaro, Qro. 2019) con el martilleo del agua sobre el techo de aquel espacio y en compañía de viejos amigos.
Escuchamos las palabras que los poetas Ileana Garma y Ánuar Zúñiga Naime prepararon para la presentación. Quedaron en mi mente las que Ileana dedicó a este libro y me tomo de ellas para elaborar esta tesis: Negar el domingo es una bitácora expandida, se expande en el sentido de lo experimental revelando un ensamblaje muy curioso porque, aunque en su forma más reconocible una bitácora genera el efecto de demostrar el paso del tiempo, de alguna forma el oficio de Ixchel permite que esa operación suceda en un plano paralelo o invertido. Es un libro en donde el tiempo queda suspendido, estampado, la memoria estorba su paso y ensaya una vez y otra los recuerdos, incrementando la experiencia de lo distante a través de la reflexión. Un montón de términos filosóficos, físicos y metafísicos se operan en ese negar el tiempo que resulta en un acontecimiento nuevo. La poesía tiene que ser de esa manera, un enigma que nos prohiba decir fácilmente cómo es que ocurre ese milagro de la transfiguración, de la transmigración. Pero la autora tipea algunas pistas a lo largo del libro y, como un detective, intenté perseguirlas. A continuación hago un recuento de versos o imágenes literalmente tomadas del texto y otras quizá enunciadas tras la metamorfosis que sufrieron en mi propia lectura.

 

La onda de una estación de radio perdida en el tiempo. Reflexiones. Sombrillas de cristal. Abanicos de luz. Las esquirlas del verano. Palabras resaltadas con amarillo. La luz averiada de un freno. Los espejos de los elevadores. Sombras chinescas. Jovencitas de altos flecos que buscan su imagen en las ventanillas. La luz que zumba como la de los hospitales. Pájaros y automóviles que se asemejan. Un foco desnudo. Un televisor encendido, donde un hombre se amenaza en el espejo. –

 

Intento de esta forma ilustrar lo que digo antes. El trabajo de Ixchel se desarrolla en un campo donde se enuncia lo que ha dejado de funcionar pero esto genera un resultado debido a la potencia de las cosas. Lo que está es el recuerdo de algo que ya ha ocurrido y el relato de la ausencia nos transmite la certidumbre de su existencia. La narración está intervenida por el desencuentro, las despedidas, la falta, la descomposición, la estática, la luz y su ausencia, la electricidad, la distancia, la industria, residuos sintéticos, los medios. Algunos objetos resisten a la muerte, un álbum, un hueso, una grúa oxidada al lado del camino. Y en medio de todo esto un aullido, un pelaje, un árbol, un ave color de rosa, un sistema de signos en el que la naturaleza indica la esperanza de que algo sobreviva al irrefrenable acontecer de los días.

Ahí, en la materialización de esa lluvia de verano que antes brillaba por su ausencia, la poesía de Ixchel me dejó las ganas de leerla en voz alta muchas veces. El universo de Negar el domingo nos permite llamar cosas que ya no somos capaces de ver o tocar pero persisten en la memoria, las sentimos cuando Ixchel nos cuenta cómo se sentían, cómo es formar parte de este mundo casi extinto. Y la dulzura de este libro se concreta en quien lo lee, porque el poeta está completamente solo, abandonado en ese páramo de un tiempo viejo que parece el presente continuo, hasta que aparece un otro -tú o yo- y contra todo pronóstico lo agarramos de la mano, y lo miramos a los ojos para decirle I hear you.


El invierno que padre comenzó a perder la vista
ascendí a copiloto oficial

(veintidós horas a través de un panteón
Con mi hermano al volante)

Horas en que cualquier palabra
podría ser inflamable
Papá olía a insecticida
y sorbitos de café

Yo evitaba dormir

imaginé búfalos pastando
cristales sobre pulmones
y anticongelante en la ropa
imaginé a padre decirme        te quiero

Tú me dijiste
eso no te va muy bien
otro color tú deberías escoger

y me repetía en secreto

yo no crecí con esto
(el disco de
todas nuestras migraciones)

Pero nunca protesté
porque el hermano menor
no manejará
no elegirá primero
y siempre verá las mejores fiestas
en el álbum del otro

Entre cuadros y revistas
camisetas
discos y jeans
atravesamos una isla abandonada

gigantescas grúas
y tractos descansaban
como animales prehistóricos a lado del
camino

Y dije en voz alta que quería vivir en una plataforma
que detestaba el calor
que me gustaban las nubes rojizas
por decir algo
por mantener a mi hermano despierto

Pensé
crujido de lámina
estallamiento de vejiga
dientes en la lengua
cuando
en lo alto del cielo
como flecha que se eleva más y más
¡un dragón!
grité

Y padre con ese tono que utiliza
cuando habla con un idiota

Es un ave rosa
y los llaman flamingos

 

 



* Negar el domingo se consigue directamente con la autora, enviando un correo a merchel1986@gmail.com o solicitándolo a la editorial edicioneselhumo.blogspot.com

La ilustración de la tapa del libro es de Jesús Juárez Rangel.