Un vistazo a Migración de Ezequiel Acuña

Hay un lenguaje cultural común que conecta Sudamérica, y al mismo tiempo la separa. Sin embargo las generaciones y los nuevos caminos de la curiosidad han creado cierta horizontalidad de baja intensidad. Sin dudarlo el paisaje ha cambiado con su fragmentación digital, una fragmentación del mapa que insiste en representar un territorio cada día más difícil de reconocer. Las distancias resultan aquí propias, como propios son los rituales de pasaje que llamamos crisis.

Cuando Guillermo Lucena llega a Lima intentando comprender parte de su pasado incompleto en Buenos Aires lo que le espera en Perú son más fragmentos de su propia vida. Todos hemos estado allí, buscando conexiones con aquello que somos en realidad. Pero todo lo que queremos encontrar no yace en lo profundo sino que flota en la superficie, en la experiencia misma que representamos y nos representa. Así Guillermo descubre y dibuja la -supuestamente- ausente escena musical limeña, mientras busca a su antiguo amigo.

Migración es un filme de pistas inconclusas que suspenden sorprendentemente el relato y el tiempo en una atmósfera emocional donde lo importante no es tanto lo que pasó, ni lo que se busca. Aunque haya finalmente revelaciones importantes sucede lo mismo que con nuestras películas preferidas: no es el antiguo arte de la narración el que nos conecta con las emociones de un filme, sino su forma.

Ezequiel Acuña atraviesa las diferencias interculturales sudamericanas sin temor a la deriva ni al extravío, y también describe las diferencias generacionales con humor, una actitud muchas veces añoradas en el cine y en el territorio. Guillermo encuentra un reflejo final de sí mismo en un verso de Renato Russo de Legião Urbana:

 

El amor es raro

La vida es extraña

Nada dura

Las personas cambian.

 

Facundo Torrieri
aguilasalmon@gmail.com
Para: Black Canvas FCC, 2019